No es disparate alguno el hecho de que el Rey Rama V escogiera Phraya Nakhon como lugar de descanso y retiro espiritual. Si yo tuviera la potestad de hacerlo conquistaría el lugar y lo declararía “solo mío”.
Un bonito y para nada complicado sendero por la costa nos conduce a una playa. Disfrutamos de la brisa marina mientras contemplamos las hermosas vistas. De ahí nos adentramos en la montaña (a través de un bosquecillo) ante los ojos atentos de los monos que nos dan desconfiadamente la bienvenida a su territorio.
La caminata es más corta y sencilla de lo que esperábamos. Después de haber echado un vistazo a las opiniones de anteriores visitantes en distintos foros pensamos que íbamos a escalar el Everest!
Llegamos a nuestro destino casi sin darnos cuenta, pensando que aún nos quedaba un buen trecho pero de repente ahí estaba. Ante nosotros la formación rocosa se abría para darnos paso al reino de la luz y de lo mágico. A través del orificio superior se filtra la luz que exactamente a las 11 am cae soberanamente sobre el templo y alumbra este como los focos iluminan al artista en el escenario. La construcción minimalista junto con la fuerza de la naturaleza, transforman el lugar en algo totalmente místico. No en muchos lugares he experimentado la sensación de paz y sosiego como lo hice en Praya Nakhon, no me quería marchar y cuando lo hice seguía mirando hacia atrás como hacen los niños cuando sus padres caminan tirándoles del brazo mientras ellos continúan ensimismados con aquello que les ha llamado tan poderosamente la atención.
Son ya muchos los lugares visitados durante estos casi tres meses de viaje pero sin duda este se agarrará a mis recuerdos con fuerza. Praya Nakhon c’est unique!!