La inexperiencia tiene un precio

Vivir en el Sudeste Asiático es como vivir en un mercado de subastas constate ¿Qué necesitas comprarte un nuevo par de flip flops? Pues ve entrenando tus habilidades comerciales y fuerza mental para enfrentarte al gran reto porque un momento de flaqueza se resume en un extra para tu bolsillo.

Olvídate de los códigos de barras y las etiquetas con el precio, aquí el regateo forma parte de la cultura y nosotros no estamos entrenados para este modelo de negocio; Los locales juegan con ventaja.

Al principio esto nos estresaba un montón. Los y las vendedores y vendedoras percibían nuestra inexperiencia en su modelo de oferta y demanda y esto se resumía a pagar el doble o más  del coste real. Fueron muchos los momentos de frustración y enfado con nosotros mismos y aunque aún no somos “cum laude” en esto del negociar podemos decir que la mejoría ya es notoria.  Pues este es uno de los cometidos del viaje sino el principal: aprender.

A nuestra inexperiencia se le suma otro factor perceptible por el ojo de cualquiera y es que somos turistas y por consiguiente tenemos dinero. Este es un dato que por supuesto los nativos en general  no pasan por alto. En nuestros países somos considerados clase media trabajadora pero para esta gente estamos dentro de la lista Forbes. Y no es de extrañar que nos perciban como millonarios teniendo en cuenta que la mayoría de ellos no pueden permitirse un viaje en el “public boat” hasta la isla más cercana y cogerse vacaciones es un lujo que no forma parte de sus posibilidades. ¿Y cuál es la ecuación final? Turista + inexperto = más dinero para el bolsillo.

Hace tiempo que dejamos de enfadarnos por su intento constante de querer  “hacer el día” con nosotros  y nos lo tomamos casi casi como un juego, como una destreza a mejorar que forma parte del día a día además de empatizar con ellos ¿Pues quién de nosotros desperdiciaría la oportunidad de ganar más dinero si pudiera? Aquí las subidas de sueldo, las pagas extras o los bonus de empresa no existen. Esta gente con pequeños negocios familiares si no venden no comen y si tienen la oportunidad de sacarse unas perrillas más creedme, no la malgastan. Claro que por mucho que empaticemos con ellos al final cada uno vela por su intereses y el nuestro es viajar por el máximo periodo de tiempo posible con los cual hay que controlar gastos.

También hemos sido víctimas de lo que bien conocemos como “timo” y he aquí algunos ejemplos ¡Imaginación que no falte!

Nos dirigimos a visitar unas conocidas cataratas en Bali, cuando nos acercamos a la zona de aparcamiento público un chico joven se acerca a nosotros y nos dice que tenemos que abonar la tarifa de parking. Bien ¿Y dónde está el ticket o la señal de aparcamiento privado? No existen pero si no accedes a pagar puede que cuando vuelvas de la visita no tengas moto, jaja!

Cogemos un caminín que nos lleva a las cataratas y después de unos 200 metros si no era menos una mujer de gran sonrisa sale de un kiosco y nos señala con el dedo un libro que pone “donations”. Le decimos entonces que en ese caso pagar es opcional y a la señora le dio poco menos que un ataque de risa. “Opcional es la cuantía pero no el pago. Os recomiendo que os fijéis en lo que los anteriores visitantes han pagado” nos dice en un tono muy afable. Cuando vimos las cantidades que seguramente estaban escritas de su puño y letra, a los que nos entró el ataque de risa fue a nosotros. Al final saqué del bolsillo lo que me dio la gana y no más y a la señora le pareció tan poco que no me dejó escribir la cuantía en el libro de donaciones. Todas las pistas apuntabas a los billetes iban directos a su bolsillo y no al mantenimiento del lugar.

Con paso ligero y un cabreo que no lo era tanto nos ponemos en marcha para llegar a un destino que casi olvidamos con tanta tomadura de pelo. Ingenuos de nosotros pensamos que ya era suficiente por hoy pero al aproximarnos a unas de las cascadas principales  nos topamos con un puente y ¿Adivináis qué? Al más puro estilo de la Edad Media hay que desenfundar la “pasta” o esos dos señores no nos dejan pasar. Pues bien ¿Dónde está el ticket? Y ahí uno de ellos saca de su bolsillo un taco de boletos que indica una cantidad de rupias mucho mayor de la que estábamos dispuestos a pagar. Reacción: Comenzamos a reír y hacemos entender al señor de la mejor de las maneras que por supuesto no vamos a pagar lo que nos pide. Cuando nos damos la vuelta para marcharnos por donde habíamos venido el tipo nos llama y nos enseña otro ticket con una cantidad tres veces menor que la inicial y por tanto mucho más razonable. Decidimos pues pagar aun sabiendo que era otro timo pero eso era mejor que nada para ambos; Todos salíamos ganando.

Por supuesto este ha sido uno de los capítulos más recientes  pero no el único.  Podría aburriros con las historietas más que el discurso del Rey en nochebuena y este no es el cometido de este espacio. Solo queremos mostraros que las diferencias culturales hacen nuestra experiencia un pelín más difícil y que en esta aventura  como ya supondrías, no todo monte es orégano. Pero al final la decisión de enfadarse y tomarse las cosas demasiado a pecho es nuestra y como en la vida misma creo que hay que aprender a relajarse, pasar cosas por alto, intentar comprender a los demás y ser feliz “no matter what”.

Y aquí os dejamos un breve video de un momento que no sabría cómo definir, jajaja. Estupefacción, bochorno, risas, incredulidad… Pasen y vean el increíble despliegue de vendedores y vendedoras que se hacinan en nuestro autobús  una vez que éste abre sus puertas mientras esperamos a que el ferry nos de paso.

Un besín desde Sumatra.

Robert y Nuria.

Un besín desde Sumatra.

Robert y Nuria.